- No – le miento-. Nunca.
Paseamos por el Coso y, como todos los días, se detiene en la
tienda donde su padre le compró el primer traje. Ahora sólo es un
escaparate lleno de polvo. Después, llegamos hasta donde estaba el cine
Coliseo, donde vimos “El Cid” nuestra primera película juntos y, cerca
de allí, en la esquina con Zurita, fue donde nos besamos. Lo volvemos a
hacer y mi corazón late con fuerza. Regresamos a casa cuando ya
atardece. Nos sentamos en el sofá y espero a que llegue el terrible
momento de todas las noches. Me mira durante unos segundos en silencio y
luego pregunta con sus ojos nadando en un océano de confusión:
- No te preocupes- le digo mientras acaricio su mano- Todo está bien.
Y me consuelo pensando que mañana volveremos a pasear por nuestros recuerdos.
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